Músicos en andamio: Si Bach hubiese sido longo y Beethoven negro
Pablo Guerrero G.
Pinturas reales de los grandes maistros que se encuentran en Cotacachi.
Si Bach hubiese sido indio y Beethoven negro, otro sería el cantar. Posiblemente Bach hubiese tenido como segundo apellido el de Guamán y sería dueño de una pequeña tienda de abarrotes en Pomasqui, de esas antiguas tiendas con gruesas paredes de adobe, con un solo cuarto, separado en dos ambientes por una tela que oculta la cama y el bacín; del techo, con telaraña y todo, colgando un par de focos de luz desfalleciente; el piso de tierra en el que se amontonan los enseres, y empotrada una vitrina de madera y vidrio, un aparador en realidad, con una serie de chucherías colgadas en todos sus espacios, casi reventando con tanto palitroque adaptado para colgar panelas, juguetes, ropa, botones, elásticos, cordones y cientos de chucherías descoloridas y con una granulación de años de no remover el polvo. Afuera un letrero “Abarrotes J. S. B. Guamán” y en letra chiquita agregado “banda de múcica para cualesquier compromiso / informes aquí”.
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Sus manos estarían sucias y las uñas renegridas, con las mismas que contaría las escuetas monedas de la venta y a mano llena sacaría y entregaría los caramelos sin envoltura, de aquellos pequeñitos que los niños siempre buscan y que se guardaban en unos pomos de plástico transparente. Su instrumento no sería el clavicordio, sino alguno de aquellos que usan las bandas de pueblo, quizá un bombardón, un tanto estropeado y sin brillo. El patio de atrás de la tienda sería el espacio para los ensayos de la banda, compuesta por un grupo heterogéneo de pobres del pueblo que sufren la enfermedad de la música, rengos, barrigones de caras cuadradas, serenateros enamoradizos y flacos a más no poder, todos admiradores del viejo tendero, de cuyas enseñanzas y dirección dependían las presentaciones del grupo musical con la que se sacaba para los mendrugos de la vida y si no al menos quedaba la opción -sin que se dé cuenta don Guamán- de tomar algo de la tienda para matar el hambre atrasada. El del bombo sería el encargado de traer en un balde una buena porción de chicha fiada, de donde “El Carioco”, en una de las casas aledañas donde funcionaba la chichería por cuyo olor y escándalos se santiguaban reiteradamente las señoronas del pueblo.
Dedicada a esa ancestral bebida, Don Juan Sebastián Bacancela Gumán, no haría El Clave bien temperado sino La Chicha bien fermentada, con cariñosa dedicatoria al Carioco, a quien se le estaría debiendo de varias canecas desde hace meses. El sería el compositor de la marcha fúnebre La Pasión según San Antonio de Pichincha, así como de la Fuga del Señor del Árbol, de sanjuanitos en semicorcheas interminables a los que denominaría guamaniadas y no bachianas. Sus discípulos admirarían del Maestro la cuadratura, el nivel, la estructura, la compactación de la obra sin fisuras y de gran armonía… claro pues, si el fin de semana chauchea también como albañil eventual.
En cambio, si Beethoven hubiese sido negro, otro hubiese sido el color... de la música claro. Habría nacido en Carpuela o en San Lorenzo. Su instrumento favorito hubiera sido el mate o la marimba, aunque toda su vida se expresara a través de la guitarra con afinación Olmedo. Si Beethoven Chalá hubiese sido negro entonces habría hecho un total de nueve bombas; la sexta sería La Heroica, pues heroico resulta mantener 14 guaguas negros, y la “Pastoral” hubiese sido la “Pa’el Corral”, en la que describiría su amor a lo campestre y a las gallinas; otra dedicada a Roldós por haber hecho el Puente del Juncal (aunque después se hubiese arrepentido de tal dedicatoria). Otra de sus obras hubiera sido La Patética, porque en realidad no le salió tan buena.
No habría sido gruñón ni amargado, y le hubiese encantado el “humor afrodescendiente” (según la Secretaria de pueblos, ya no se puede decir “humor negro”); hubiese pasado la vida chupando óbitos y sembrado caña y en las fiestas de Mama Miche, desfilando con su instrumento. No hubiese sido sordo sino “mocho”, pues por el mal uso del machete en el cañal se hubiese “mochado” un par de dedos, de ahí que la banda que formara se la conociera como “Banda Mocha”.
En vez de Claro de Luna hubiese creado Jugo de tuna y en vez de Para Elisa hubiese hecho Para Doña Chencha, la caderona. No hubiese sido conocido por la “Quinta de Beethoven” sino por sus sembríos en la “Chacra de Beethoven” y en los ratos libres hubiese sido crack en el Manchester del Valle. No se lo hubiera catalogado como genio sino como ingenio, por ser el poseedor del mejor trapiche para hacer puntas.
Ay!… Si Beethoven fuera negro y Bach indio, entonces Tadeo Carcelén hubiese sido esquimal, Luis Alberto Valencia pudo haber sido chino, Julio Jaramillo nigeriano, y Luis Humberto Salgado alemán. Si Beethoven fuera negro y Bach indio, entonces yo habría sido europeo y hubiese mandado a callar el ruido infernal de esos incivilizados…
y si Mozart hubiese sido montubio, bueno…, ese es otro amorfino…
***
De última hora:
Entre los objetos que permanecían en los restos del trapiche de Beethoven “Beto” Bong Chalá, se encontró una antigua cinta en la que se puede apreciar un pasillo titulado Parabrisa. Todo indica que la pieza se grabó en la época en que ingresó el primer carro a Carpuela… Escúchenla, seguro les trae alguna reminiscencia de alguna obra maistra…
Octubre 2009
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