viernes, 29 de julio de 2011

Antes y después: Cronología musical ecuatoriana

Cronología de la Música Ecuatoriana: dos registros: 1808, 1916

Fidel Pablo Guerrero



En 1991 en la revista musical a tempo empezamos a publicar la "Cronología de la música ecuatoriana", que ha ido aparecido en distintos medios y artículos desde ese tiempo; continuamos pues con ella con segmentos y citas interesantes, en las cuales se puede hallar información que puede brindar algún servicio a los escritores e historiadores de la rama. Naturalmente habrá que ser un poco cuidadosos con los juicios que pueden encontrarse en las citas, pues en varios casos pueden ser apreciaciones generales, interesadas o con gran carga subjetiva.

Quito antes de declararse libre según el Semanario del Nuevo Reino de Granada (1808)


Vista del Quito Antiguo, autor probable Juan Agustín Guerrero, ca. 1855-1865.


El 3 de enero de 1808 apareció el primer número del Semanario del Nuevo Reyno de Granada, medio que difundía el pensamiento científico y cultural de la época, fundado por el colombiano Francisco José de Caldas (1771-1816) y publicado hasta 1810. En esta obra hemos localizado una pequeña referencia que se hace sobre Quito, sus habitantes y sus actividades culturales.

“Quito es una ciudad de algo más de cincuenta y cinco mil habitantes, de los cuales, por lo menos veinte mil son Indios, situada casi bajo del equador (13’ de lat. aust.), a las faldas del célebre Volcán llamado Pirechincha (sic.). Sus edificios públicos son sin contradicción los más bellos del Vireynato, y las Casas particulares de buena fábrica y con adornos que dejan conocer en medio de las riquezas el mal gusto de sus habitantes. La mucha población en un estrecho recinto, y la suma desigualdad del terreno contribuyen al desaseo extremado de las calles. Sus moradores astutos, alegres e ingeniosos al mismo tiempo que pusilánimes, tienen el talento de las artes, y principalmente el que conduce a los encantos de la Música, y a las bellezas de la Pintura y Escultura. Voluptuosos, se procuran los mayores placeres, con los que siendo capaces de todo, se hallan no obstante embarazados para hacer grandes progresos en las ciencias”.
“Con lic. del Sup. Gob.

Fuente:
Semanario del Nuevo Reyno de Granada, N° 48. Santafé 27 de Noviembre de 1808. p. 417.


Psicología y sociología del pueblo ecuatoriano (1918)
Otros comentarios en torno a la música en nuestro medio, se formularon hacia el año de 1916 por Alfredo Espinosa Tamayo (Guayaquil, 1880-1818) y se publicaron en la edición póstuma en Psicología y sociología del pueblo ecuatoriano (1918):


“La música indígena nos es común con los demás pueblos que formaban el imperio de los Incas, Bolivia y el Perú, y es típica por su aire triste, lánguida y monótona, en la que se refleja y palpitan todas las angustias de la esclavizada alma india, tan hermética en otras manifestaciones y que solo de este modo manifiesta sus angustias y lamentaciones. En la soledad de las punas el yaraví o el “sanjuanito” resuenan como una música bárbara de ritmo monótono y acompasado. En la Costa, las canciones populares de los campos se acompañan de una música voluptuosa, pero más alegre y jaranera y las coplas de “amor fino” con que ellas se cantan, son verdadero reflejo del alma popular. Casi todas, sean amorosas o burlescas, llevan un tinte de ironía y de jocosidad al mismo tiempo que cierta gracia y malicia de acuerdo con el carácter petulante, dicharachero y un tanto zafio del campesino de la Costa; el pasillo, especie de valse de compás acelerado, originario del sur de Colombia, es una música así mismo triste y dulzona, propia para acompañar a la letra que generalmente habla de amores no correspondidos o de desesperanza por el abandono de una mujer. Es de notar que en medio de una naturaleza tan rica y tan exuberante, sea solo la nota patética la que haga vibrar el alma del pueblo, creando un falso ambiente de pasionalismo, más bien voluptuoso y sensual que sincero.
“Las canciones sencillas en que se exaltaran las pasiones más nobles como el amor a la patria, al trabajo, al amor filial, son muy escasas y más bien de origen exótico, de modo que no puede decirse que formen parte de la antología y de la música ecuatoriana. La música elevada, sea la religiosa, sea la que se ha llamado de salón, no ha tenido en el Ecuador cultivadores que merezcan mencionarlos. Aunque los habitantes de la ciudad de Quito gozan de fama de aficionados a la música, y lo son en efecto, no ha habido hasta ahora sino compositores medianos que no han logrado sobresalir, ni siquiera en un arte de imitación y buenos ejecutantes, pero no verdaderos artistas.
“Por otra parte, si los Gobiernos han prestado escaso apoyo al desarrollo de las letras, ha sido mucho menor el que han dado a las artes ya las ciencias: se ha iniciado es verdad una reacción sensible y sería de esperar el resultado de la nueva orientación para saber si con este impulso toman vuelo las facultades artísticas de nuestro pueblo”.

Fuente:
Espinosa Tamayo, Alfredo. Psicología y sociología del pueblo ecuatoriano: obra póstuma y definitiva de Alfredo Espinosa Tamayo. Guayaquil: Imprenta Municipal, 1918. p. 95-96.

viernes, 1 de julio de 2011

Pa'lante Comandante

Con una especial dedicatoria desde el Ecuador al Presidente de la República Venezolana, Comandante Hugo Chávez Frías, estas dos piezas musicales históricas que se grabaron hacia 1911-1913 en discos de pizarra y que llevan por título:

1. El clavel de Chimborazo (pasodoble) [disco de pizarra, 78 rpm] / Federico M. Borja (ecuatoriano). Gran Orquesta Favorite. Favorite Record 1-431007. Reproduced in Linden. “Ecuador Orchestra”


2. El Chimborazo (pasodoble) [disco de pizarra, 78 rpm] / No consta compositor. Orquesta Victor. Victor 63450-B. Victor Talking Machine Co. Candem, N.J. “Orchestra”





Mi delirio sobre el Chimborazo

Simón Bolívar

Yo venía envuelto en el manto de Iris, desde donde paga su tributo el caudaloso Orinoco al Dios de las aguas. Había visitado las encantadas fuentes amazónicas, y quise subir al atalaya del Universo. Busqué las huellas de La Condamine y de Humboldt; seguílas audaz, nada me detuvo; llegué a la región glacial, el éter sofocaba mi aliento. Ninguna planta humana había hollado la corona diamantina que pusieron las manos de la Eternidad sobre las sienes excelsas del dominador de los Andes. Yo me dije: este manto de Iris que me ha servido de estandarte, ha recorrido en mis manos sobre regiones infernales, ha surcado los ríos y los mares, ha subido sobre los hombros gigantescos de los Andes; la tierra se ha allanado a los pies de Colombia, y el tiempo no ha podido detener la marcha de la libertad. Belona ha sido humillada por el resplandor de Iris, ¿y no podré yo trepar sobre los cabellos canosos del gigante de la tierra?

¡Sí podré!

Y arrebatado por la violencia de un espíritu desconocido para mí, que me parecía divino, dejé atrás las huellas de Humboldt, empañando los cristales eternos que circuyen el Chimborazo. Llego como impulsado por el genio que me animaba, y desfallezco al tocar con mi cabeza la copa del firmamento: tenía a mis pies los umbrales del abismo.

Un delirio febril embarga mi mente; me siento como encendido por un fuego extraño y superior. Era el Dios de Colombia que me poseía.

De repente se me presenta el Tiempo bajo el semblante venerable de un viejo cargado con los despojos de las edades: ceñudo, inclinado, calvo, rizada la tez, una hoz en la mano…

"Yo soy el padre de los siglos, soy el arcano de la fama y del secreto, mi madre fue la Eternidad; los límites de mi imperio los señala el Infinito; no hay sepulcro para mí, porque soy más poderoso que la Muerte; miro lo pasado, miro lo futuro, y por mis manos pasa lo presente. ¿Por qué te envaneces, niño o viejo, hombre o héroe? ¿Crees que es algo tu Universo? ¿Que levantaros sobre un átomo de la creación, es elevaros? ¿Pensáis que los instantes que llamáis siglos pueden servir de medida a mis arcanos? ¿Imagináis que habéis visto la Santa Verdad? ¿Suponéis locamente que vuestras acciones tienen algún precio a mis ojos? Todo es menos que un punto a la presencia del Infinito que es mi hermano".

Sobrecogido de un terror sagrado, «¿cómo, ¡oh Tiempo! -respondí- no ha de desvanecerse el mísero mortal que ha subido tan alto? He pasado a todos los hombres en fortuna, porque me he elevado sobre la cabeza de todos. Yo domino la tierra con mis plantas; llego al Eterno con mis manos; siento las prisiones infernales bullir bajo mis pasos; estoy mirando junto a mí rutilantes astros, los soles infinitos; mido sin asombro el espacio que encierra la materia, y en tu rostro leo la Historia de lo pasado y los pensamientos del Destino».

"Observa -me dijo-, aprende, conserva en tu mente lo que has visto, dibuja a los ojos de tus semejantes el cuadro del Universo físico, del Universo moral; no escondas los secretos que el cielo te ha revelado: di la verdad a los hombres".

El fantasma desapareció.

Absorto, yerto, por decirlo así, quedé exánime largo tiempo, tendido sobre aquel inmenso diamante que me servía de lecho. En fin, la tremenda voz de Colombia me grita; resucito, me incorporo, abro con mis propias manos los pesados párpados: vuelvo a ser hombre, y escribo mi delirio

Simón Bolívar Palacios
[Escrito en Ecuador hacia 1822.]