jueves, 29 de octubre de 2009

Margarita Villamarín nos solicita el pasacalle El Chulla quiteño

Nos solicitan El Chulla Quiteño, pasacalle de Alfredo Carpio. Si desea ampliar o imprimir el documento en grande de dos click sobre la partitura.

viernes, 23 de octubre de 2009

Músicos en andamio: cuando el oficio se vuelve peligroso. Musicología disparatada

Músicos en andamio: cuando el oficio se vuelve peligroso


Pablo Guerrero Gutiérrez
A Pamela Zumbana, defensora
de los derechos de los músicos.



En días pasados el investigador Alfonso Campos me trajo un documento que me permitió redondear una idea: pequeños momentos de violencia en la música. No nos referiremos en esta ocasión a la rebeldía o a la agresividad de ciertos géneros musicales actuales (y del pasado también) o a historias que se suelen mostrar a músicos suicidas o ritos románticos en los que obras musicales tristes, como el yaraví, supuestamente provocaban que algunos amantes y despechados se quiten la vida de manera dramática. Tampoco al frío mortal de la madrugada que expone a los serenateros a una pulmonía o –en estos tiempos delincuenciales- a un asalto[1], quien sabe, con consecuencias fatales. No, por hoy revisaremos algunos ejemplos puntuales de lo peligroso que llega a ser para algunos el complejo oficio de la música.

En 1804, época colonial de acentuado racismo e hipocresía social, pocos años antes de que en Quito se proclamara el “Primer Grito de la Independencia Americana” la natural de esta ciudad, María Valdivieso, presentó un escrito jurídico para rescatar un arpa secuestrada y pedir castigo a quienes además la habían golpeado a ella y su familia, esposo e hijo. El arpa, mítica herramienta musical con perfiles celestiales y paganos, era usada en épocas coloniales por varios indios para el servicio musical en la Iglesia así como para musicalizar festejos populares. En el alegato interpuesto la Sra. Valdivieso, “mujer legítima” del Indio Arpero Juan Auz, contra el mulato Fernando Santa Cruz asevera que se obligó su hijo Mariano Auz, a ejecutar sin descanso dicho instrumento por casi dos días y que cuando el joven no pudo más se intentó obligarlo propinándole una tremenda golpiza y no consiguiendo que continuara con la música se le arrebató el arpa y un rosario de corales. Cuando su madre fue a reclamar por el hecho fue así mismo atacada por la familia de los festejantes.

En el escrito judicial final, al preguntárseles a los protagonistas si lo narrado por la Sra. Valdivieso era verdad se concluyó que sí, y “que solo ha omitido declarar que también ella, su marido y su hijo correspondieron a los golpes que dieron los dichos” sujetos. Por lo que a las contusiones causadas por los Santa Cruz se estableció que “se compensarán con los golpes que recibieron éstos del Indio Arpero, de su hijo, y su mujer, y que en adelante quedasen apercibidos a no causarse iguales agravios pena de ser castigados”.

Un caso más drástico lo ubiqué en El Comercio, bisemanario quiteño del siglo XIX, en el cual se asienta que un organillero había sido muerto en el momento mismo que intentaba liquidar a un mandatario presidencial, sin suerte por cierto:

El in­di­vi­duo que tra­tó el sá­ba­do úl­ti­mo [13 feb. 1886] de ase­si­nar al Pre­si­den­te de la Re­pú­bli­ca [José María Plácido Caamaño] en el in­te­rior de la es­ta­ción del Fe­rro­ca­rril de Ya­gua­chi, y que ca­yó allí muer­to des­pués de ha­ber he­ri­do al se­ñor Gus­ta­vo Ro­drí­guez, era un va­ga­bun­do que ga­na­ba su sub­sis­ten­cia to­can­do un pia­ni­to am­bu­lan­te en las ja­ra­nas de peor cla­se.

No se hizo el seguimiento del caso para saber las razones que impulsaron al músico a su ataque. Un resentido, un loco un opositor radical… no lo sabemos. Con este caso viene a la memoria suceso similar aunque contrario, cuando un dictador militar impuesto por la CIA victimó en Chile a miles de personas entre los que se hallaba el músico Víctor Jara, militante del pueblo con ideas revolucionarias. Cuando se unen en comunión perfecta, política (no politiquería) y música en realidad este oficio se torna peligroso y naturalmente el músico sabe que se expone al sacrificio que en algunos casos termina con su vida: poetas y músicos son corrientemente vistos en acciones sociales de lucha, exponiendo su vida por alcanzar mejores días[2] y sino pregunten a Jaime Guevara “El Cantor de Contrabando” cuántas veces fue agredido en tiempos de la prepotencia militar.

Aunque existen varias formas de violencia que no solo se ensañan con la música pero que se presentan en su seno cotidianamente como la pobreza, desigualdad, racismo, maltratos laborales, explotación, privatización de espacios artísticos, desvalorización para los trabajadores musicales (no hay que olvidar que la sociedad no termina de convencerse de que la música es una profesión; continuamente se repite la anécdota de aquel que pregunta a un conocido en qué trabaja y le contesta: -Soy músico. -Si, pero en qué trabajas?), entre otras circunstancias que si no son violencia en sí misma pueden ser causa de su generación, como la intolerancia y la falta de atención al campo educativo, científico y cultural en esta rama.

Otro ejemplo que apuntaremos, es aquel que se produjo en épocas ya republicanas, en tiempos nacionalistas, más concretamente en el siglo XX. Para los años 40’s se conformó el Sindicato Ecuatoriano de Artistas Música SEDAM, que tenía entre sus obligaciones el defender a su gremio de los abusos de dueños de locales de esparcimiento: cabarets y otros antros en donde los músicos hacían sus presentaciones. Así también se presentaban quejas de distinta índole una de ellas, la que vamos a relatar es la del compositor Aurelio Paredes Galárraga, autor del clásico pasillo Odio y amor[3] quien fue atacado por otro músico (A. Morales) que intentó hacerlo rodar por las escalinatas de la Iglesia de San Francisco. El desacuerdo de índole económica llegó a documentarse en la Sección de Conflictos del SEDAM y en el Ministerio de Trabajo. Paredes denunciaba que:

… persistió en insultarme y más tarde en golpearme con sus hermanos, hasta que hubimos llegado a lo alto del pretil de San Francisco donde creyendo sitio no muy concurrido reclamé al señor Morales por su mal proceder, pero aprovechando la situación él me provocó con más vehemencia, y luego me obligó a correr y al no quererlo hacer me precipitó al graderío de piedra de ese pretil con los deseos de que yo sufra de la peor manera. La suerte quiso que dos señoras me logaran sostener en la gradería, evitando que yo me fracture los brazos o me pase algo peor. … solicito se haga justicia a favor de todos los compañeros músicos que estamos expuestos a perder el buen nombre y el prestigio de artistas ante tanta mala ÍNDOLE de un señor que por dinero o por malos sentimientos quiera no solo matar, sino también hacer quedar mal, BOICOTIANDO la labor artística…

El SEDAM decidió amonestar con 30 días de suspensión laboral a Morales, mientras éste aducía que todo se suscitó porque no se le quiso pagar sus haberes completos por una presentación en el Teatro Sucre.

Finalmente, a modo de test, apunten aquello que consideran una agresión: la burocracia incompetente del Ministerio de Educación y el de Cultura, los refinados aculturados en puestos culturales; los amigos músicos que se piensan el último Mozart del mundo, aunque vivan en Machachi; aquellos que nos prohíben la entrada a teatros públicos por pensar diferente; los que llevan su vida en re menor; los longos[4] que nos les gusta el sanjuanito por considerarlo muy longo; los que no saben que Beethoven es un perro estrella de cine de Hollywood; los que son maestros sin querer ni poder serlo; los que aseguran que el Conservatorio no está preparado para dar licenciaturas, a pesar que institucionalmente tiene más de cien años; los músicos por obligación; los maestros que atemorizan a sus alumnos y luego reparten tarjetas para darles clases particulares “para que se igualen”; los que festejan el bicentenario de la Independencia y la identidad nacional con música de Meldelssohn; los que creen que el rock es el cáncer de la música[5]; los comunistas radicales que se fueron a vivir en los EEUU para “revolucionar la música”; los “cabezas rapadas” que golpean a izquierdistas, Emos y Jippies; los que piensan que “el jazz es todo” (o cualquier género musical); los que no saben diferenciar entre Benigno Malo y “Maligno Bueno”; la tía Sonia quien asegura es directora coral; el que escribe este artículo… e incluso, supongo son formas de violencia, la autoflagelación y el exceso, reflejados en el músico sangolquileño Agustín Baldeón[6], autor de las primeras sinfonías ecuatorianas y a quien encontraron muerto en el suelo con su violín tras interminable práctica cuando se preparaba para su mejor concierto. Si no está de acuerdo al menos con tres de las afirmaciones antedichas es porque usted está en el camino de la violencia.

Nos encantaría incluir otros ejemplos actuales sobre el tema, desafortunadamente algunos de los protagonistas -de estos tiempos ciudadanos- están vivos y en importantes puestos directrices de la cultura y la música y puede ocurrírseles -a lo mejor-, practicar en nosotros algunas de las maneras de violencia que hemos descrito.

Quito, 20 de agosto del 2009

Fuentes:
"Ga­ce­ti­lla". En: El Comercio. Quito, martes, 16 febrero, 1886. [p. 3].
[Memorial de María Baldivieso] [manuscrito]. Quito, enero, 1803. Archivo Histórico del Ecuador / Notaría 1ª (Juicios) Caja 212/Expediente 13-I-1804 /fol. 1-2
[Queja de Aurelio Paredes Galárraga presentada al SEDAM] [mecanografiado]. Quito, 19 enero de 1948. 1 fol.





TRANSCRIPCION DE DOCUMENTOS
Memorial de María Valdivieso

Compilación del documento: Alfonso Campos
Archivo Histórico del Ecuador / Notaría 1ª (Juicios) Caja 212/Expediente 13-I-1804 /fol. 1-2
Transcripción de documento: P. Guerrero

Documento 01

Sr. Oidor Alcalde de Corte
María Baldivieso, natural de esta ciudad, mujer legítima de Juan Auz, Indio Arpero, y madre legítima de Mariano Auz, menor de edad, ante V.S. por este memorial parezco y digo: que al dicho mi hijo le habían concertado en tres ps. a que tocase su arpa en una de las Noches de Inocentes, y habiendo salido a cumplir con el contrato quiso hacer pedazos la Arpa un Mulato llamado Fernando Santa Cruz, diciendo que también él había[..]dado cuatro reales de prorrata para el ajuste de tres ps., a pretexto de haberse emborrachado y porque la defendió levantó el Mullatillo un paragua, y lo acabó con él a golpes, hasta que lo baño en sangre abusando de su humildad y silencio, y después que tocó toda la Noche, y aun hasta las diez de el día siguiente por que lo tuvieron encerrado en la Casa donde Santa Cruz y los demás trajes estaban festejándose sin permitirle su salida a la de sus padres; y por que pretendió descansar, y recogerse a su [tienda] se agarró a la Arpa el dicho Santa Cruz, queriendo que por los mismos tres ps. prosiguiese tocando, y tratando de obligarlo por fuerza, con desvergüenza, y a rigor, y porque con el estropeo que había padecido, y los efectos de la mala Noche no pudo sostenerse más se quedó con dicha Arpa, y con los golpes que le dio; y no ha querido cargarla desde la última noche de Inocentes hasta a hora, aun que se hecho presente el [atraso]que se sigue a mi hijo y a mi Marido que viven de su oficio y son conciertos en varias Iglesias y habiéndome esforzado a recaudar dicha Arpa tuvo el Mulatillo Santa Cruz el atrevimiento de sacarse los [suecos] de los pies y unido con un primo suyo me dio tantos golpes en la cabeza y en la cara entrándose a mi propia tienda de vivienda y me dejaron llena de contusiones y quebrantada de la salud, y porque mi marido y mi hijo acudieron a mi defensa, se votaron a estropearlos nuevamente Andrés Santa Cruz, Padre de dicho Mulato, y toda su familia, y no contentos con haberme hecho tantos agravios no han querido devolverme la Arpa ni guardar silencio, sino que andan con amenazas de que a todos tres nos han de quitar la vida, destruirnos y confundirnos , preparándose de navajas, y haciendo otras amenazas, por quedarse con el Arpa. Por tanto suplico A.V.S. se sirva mandar que en el día me entreguen dicha arpa, y un rosario de corales y piedras verdes que el mismo Mulatillo lo ha tomado antecedentemente de poder de mi hijo. Y que si no verificase la entrega de uno y otro se le arreste a la cárcel hasta que haga dicha entrega. Y por lo que hace a las contusiones, golpes y estropeo que nos han hecho, ya que por mi pobreza no tengo como seguirles la causa criminal que corresponde, suplico A.V.S. que les haga traer a su judicial presencia, y que averiguando en juicio verbal estos excesos les imponga a los [motineros] el castigo que merecen, obligándoles a que me paguen los atrasos causados por ser así de justicia que pido A.V.S. Quito y Enero siete de mil ochocientos y tres.
María Baldivieso

Documento 02
Doy fe que habiendo comparecido en la judicial presencia del Sr. Alce. Juez de esta Causa, Andrés y Fernando Santa Cruz, y María Valdivieso, y habiéndose leído nuevamente a presencia de su merced y de todos tres en el Cabildo en altas voces el memorial que antecede, y habiéndoles oído sus razones, y lo que cada uno dijo, resultando que ha representado con verdad cuanto contiene su memorial, y que solo ha omitido declarar que también ella, su marido y su hijo correspondieron a los golpes que dieron los dichos Andrés y Fernando, según en este acto se ha descubierto, mando que en cuanto a la Arpa y Rosario entregase inmediatamente Fernando Santa Cruz, y que en cuanto a las contusiones y Cardenales causadas por este, y su Padre se compensarán con los golpes que recibieron estos de Indio Arpero, de su hijo, y su mujer, y que en adelante quedasen apercibidos a no causarse iguales agravios pena de ser castigados. Lo que pongo por Diligencia en dicho día , mes y año de Oto[..] verbal de su Merced
Francisco Matute y Segarra
Esno de S. M. y Recepr.
Notas:

[1] No olvidamos todavía el asalto que sufrimos por sujetos armados y que se llevaron todos nuestros equipos y con ellos años de trabajo de investigación y creación musical.
[2] El Diccionario biográfico del Ecuador publicado en Guayaquil en 1928 publica el nombre de Vicente Andrade, como “músico victimado entre los próceres del 2 de agosto de 1810”.
[3] Cuyo título original es Mis quejas.
[4] De lungu, palabra quichua que significa joven o muchacho-a y que en nuestro tiempo y en nuestro medio se usa despectivamente.
[5] Me lo dijo un destacado maestro italiano de violín, quien agregó que si quiero enfermar a la música…. debo tocar rock.
[6] Músico nacido en Sangolquí en el siglo XIX. “Ha sido el mejor violinista nacional de esa época… Baldeón era de una constancia única; cansado, después de largas horas de estudio cotidiano, se tendía en el suelo para tomar descanso, sin abandonar el violín y en esa postura continuaba los ejercicios mecánicos”. Salgado, Francisco. “Música de Agustín Baldeón”. En: El Comercio. Quito, miércoles 26 julio, 1916, p. 2.

Bertha Pulloquinga nos pide un pasacalle

Colocar aquí los gráficos

domingo, 4 de octubre de 2009

Músicos en andamio. Musicología disparatada

Músicos en andamio: Pobres músicos y músicos pobres(1)


Por: Pablo Guerrero Gutiérrez





Como soy un pobrecito
indigno de tu presencia,
vengo á cantarte de noche,
por no morir de vergüenza.
Copla del cancionero popular ecuatoriano (s. XIX)


Al escribir sobre la pobreza de los músicos, nos referiremos únicamente a esa tristeza que causa la escasez de recursos económicos -pues un músico haciendo sonar su instrumento tiene la alegría de los niños y a una persona con aquella felicidad difícilmente puede mirársela con conmiseración. Una persona con música, muchas veces es la riqueza de toda una comunidad o un pueblo. Algún filósofo decía “el pueblo que pierde su música no es un pueblo pobre… es un pueblo miserable”.

Pero si quisiéramos hacer la elegía del músico pobre habría que apuntar nuestra mirada a los músicos que acompañan a los danzantes indígenas en los pueblos olvidados, pingulleros viejos (los últimos que quedan) con trajes endomingados y remendados en calles polvorientas, los músicos de cantinas –cuando existía este servicio- y entierros con sus instrumentos destartalados, o los músicos callejeros con sus discapacidades a cuestas, nuestras pobres bandas populares y mochas de negros, indios y mestizos que, a fuerza de convicción comunitaria, mantienen su música y su cultura, a las que después decimos -desde el discurso cultural ciudadano- que son parte fundamental de nuestra identidad. Tan fundamental será que… siguen siendo pobres…


Ser músico en este pueblo
es ser loco ó muy sencillo,
pues pagan por día y noche
un trago y un papelillo.

Copla del cancionero popular ecuatoriano (s. XIX)


Pobres bandas de música de aquellas recónditas poblaciones con sus instrumentos golpeados, enmohecidos o descoloridos. Recuerdo haber visto una foto de comienzos del siglo XX de una paupérrima banda de pueblo, cuyos integrantes se habían esforzado en conseguir levitas, prestadas suponemos, pues les quedaban o muy apretadas o muy flojas; y ciertamente el traje les daba un aire más formal, más distinguido si fuera que la pobreza puede disfrazarse de distinción con trapos ajenos –esa moda solo estuvo reservada a los chullas quiteños o chullalevitas; sin embargo si uno apuntaba la vista a la parte inferior de la mencionada foto encontraba que algunos de los músicos no usaban zapatos. El traje era solo para la historia de la imagen fotográfica, luego… a devolverlo.



Si en las pascuas u otras fiestas
Sale un pobre algo mudado,
Todos en viéndole dicen:
"Este sin duda ha robado".
Copla del cancionero popular ecuatoriano (s. XIX)


El compositor y comentarista musical cayambeño Francisco Salgado escribía sobre el trajín de las bandas, trajín por buena parte del territorio, tocando en las condiciones más difíciles, en soles calcinantes, en temperaturas extremas, en terrenos agrestes, en lluvia y a veces en transportes móviles, encima de trenes, barcazas, canoas. No en barcos ni buques pues estos estaban reservados a las orquesta, mucho más refinadas por supuesto.


Banda en un paseo acuático. Foto ca. Años 30’s. AH-BCE.

Así mismo el escritor José de la Cuadra nos dejó un auténtico retrato de la vida musical de la banda de pueblo. Su cuento descubre al músico popular en grupo con sus padecimientos, anhelos, tristezas y alegrías. El escritor apunta en su Banda de pueblo -obra que debería llevársela al audiovisual- y que fuera escrita en los años 30’s, que uno de los sanjuanitos del repertorio de la banda era: Pulí, pulí, cuyo texto decía:

San Juanito, nito,
De Pulí, Pulí…
¡Sácate los ojos!
Dámelos a mí”

La partitura de esta danza indígena la encontramos en una biblioteca de Guayaquil.




Otro relato corto que deja marca en la memoria es la Banda de Nepomuceno (1918) un cuento costumbrista guayaco del Amigo Fritz (Modesto Chávez), que mostraba a la banda como el adorno de un politiquero que a través de ella se encumbraba en su medio social.

-Y sabe música? Se atrevió a preguntar el nuevo Teniente Político.
-Y música pa qué, pa una banda? Todos tienen buen oído los muchachos que me hei fijao: el sacristán toca viguela, en prima, mi chico sabe rondín de memoria; er de usté salió tocando bandurria de su naturá, y con que a los demás se les enseñe a soplar el clarinete u er contrabajo y a dajle juerte ar bombo y los chinesco, ya tenemos lo más utir y elucuente. ¿Se apreba?
-Aprobao!

Otro cuento, Los músicos de Calpi (1891) narraba como se desbarataban las bandas de música cuyos miembros eran obligados a integrarse a las milicias de cualquier bando: la suerte de aquellos músicos estaba signada por la tragedia de la guerra.

¡Pobres músicos! Ellos que tan ufanos pasaron el día y que acariciaban la bella idea de cambiar de uniforme, con la ganancia que les reportara esa fiesta, fueron cogidos cuando más alegres estaban, como ratones en trampa, y veíanse obligados, por la voluntad despótica de un militar endiosado, á separarse de su amado pueblo, despedirse quizás para siempre de los suyos y marchar después de algunas horas á un país desconocido por ellos y temido por su temperatura y epidemias. El infeliz jorobadillo se encomendaba á todos los santos del calendario y lloraba como una Magdalena arrepentida; el del bajo trató de escabullirse, pero tuvo la mala suerte de tropezar en un cajón y caer al suelo,; lastimándose la frente en su mismo instrumento; el del tambor, retorciendo impaciente sus largos bigotes, pronunciaba palabras incoherentes, de las que él mismo no se daba cuenta; el del violín, cojín cojeando, iba de Herodes a Pilatos, sin saber de quién valerse en tan apurado trance; el de los platillos manifestó su asombro y su pesar abriendo la boca una cuarta, y todos en general estaban abrumados con el peso de tamaña desgracia.

Los músicos, con pocas excepciones, en general han sido pobres, pero sufren la pobreza de distinta manera. Unos integrados a las esferas sociales acomodadas, haciendo bailar a los empingüinados, otros apostados en el oscuro y oculto puesto de los organistas en el coro de los conventos religiosos como maestros de capilla; otros músicos los hallábamos en las bandas militares, a cuyos directores incluso les daban rangos de la milicia; los músicos de serenata o lagarteros, los músicos de cuerda (guitarra) y los músicos de tecla (piano), obviamente los de cuerda eran los pobres. Sí, han habido músicos para pobres y músicos para ricos; igual que han habido compositores de ricos y creadores del pueblo. En Guayaquil el compositor liberal Antonio Cabezas escribió su pasillo titulado Soñarse pobre, en cuya portada impresa se ve a una mujer de la clase privilegiada atormentada con solo pensar en la pesadilla de volverse pobre.

Había también músicos pobres más radicales. En la misma ciudad porteña, en la rivera del Guayas, el jazzista y compositor Nicolás Mestanza publicaba en el diario Arte, de la Escuela Popular de Música, la frase: “Músicos del mundo uníos”, lo que equivalía a decir “pobres de mundo uníos”. Finalmente Mestanza fue desterrado por enseñar a sus estudiantes a cantar La Internacional del partido comunista... pobre.

Pobre, no pidas al rico,
pide más bien a otro pobre.
que él sabe lo que es el hambre
y no te dirá: "Perdone".


Los músicos cuyo escenario es una acera o una plaza y su audiencia los transeúntes que por ella pasan, no, no son músicos mendigos, sino músicos callejeros que significa que su actividad se desarrolla en la calle; no, no piden caridad, reciben monedas a cambio de su trabajo musical. Desde la escuela en el camino de vuelta a casa, en el centro de Quito, recuerdo –y quienes lo vivieron también deben recordarlo- a distintos músicos con flautas, pífanos, rondadores y tamboriles pequeños, acordeones destemplados, guitarras partidas y viejas.

Un músico casi ciego que me impresionaba tocaba una especie de bandoneón en la calle Bolívar, músico de pequeñísima estatura, con levita y sin zapatos, con sombrero (un tanto alargado que hacía su imagen más extraordinaria), con lentes redondos y barbas de bruja que salían de su barbilla pequeña. Se colocaba o le colocaban un plástico que cubría una parte de su cuerpo en días lluviosos. Tocaba sin cesar música ecuatoriana, solo recuerdo una especie de interminable sanjuanito. Un plato en el suelo era el encargado de acaudalar las escasas monedas que un piadoso transeúnte lanzaba en su interior. A veces me quedaba escuchando a distancia prudente la música que brotaba de los botones que pulsaban los dedos nudosos del impresionante músico. Hace poco tiempo vi a un guitarrista ciego en similares circunstancias, pero con la novedad que el plato para las monedas estaba atado con una cuerdilla a través de un pequeño orificio, a su banquillo: experiencia de pobres.



Nada de esta vida dura,
fenecen bienes y males,
y al cabo todos iguales
somos en la sepultura.
Copla del cancionero popular ecuatoriano (s. XIX)


Para terminar con este pobre artículo hay que señalar que en el catálogo de piezas musicales pobres están el Pobre corazón (Guillermo Gazón), Pobre barquilla mía (antiguo yaraví tradicional), Pobre mi tierra (Antonio Cabezas), Pobrecito mi cariño (Nicasio Safadi), Pobre serrana (Francisco Paredes), entre otras pobrezas… Mejor olvidémonos de de lo que se ha dicho aquí, pues a quién le gusta hablar o mostrar las pobrezas, conformémonos con que en muestra tumba se escriba:


En la cruz de mi sepulcro
me han de poner un letrero
que diga así: "Aquí yace
sin ataúd un pobre guitarrero".
Copla del cancionero popular ecuatoriano (s. XIX)


Quito, 29 de septiembre, 2009

1. A la memoria de Segundo Alulema, Indio pifanero, músico y callejero, con quien nos embebimos en una tarde de música y curiosidad indigenista.

Para el musicólogo John Walker

El musicólogo norteamericano John Walker nos pide información acerca del programa del Conservatorio de 1875. Incluimos el programa digitalizado completo (dar click en las fotos para vizualizar e imprimir en grande).