Músicos en andamio: cuando el oficio se vuelve peligroso
Pablo Guerrero Gutiérrez
A Pamela Zumbana, defensora
de los derechos de los músicos.
de los derechos de los músicos.
En días pasados el investigador Alfonso Campos me trajo un documento que me permitió redondear una idea: pequeños momentos de violencia en la música. No nos referiremos en esta ocasión a la rebeldía o a la agresividad de ciertos géneros musicales actuales (y del pasado también) o a historias que se suelen mostrar a músicos suicidas o ritos románticos en los que obras musicales tristes, como el yaraví, supuestamente provocaban que algunos amantes y despechados se quiten la vida de manera dramática. Tampoco al frío mortal de la madrugada que expone a los serenateros a una pulmonía o –en estos tiempos delincuenciales- a un asalto[1], quien sabe, con consecuencias fatales. No, por hoy revisaremos algunos ejemplos puntuales de lo peligroso que llega a ser para algunos el complejo oficio de la música.
En 1804, época colonial de acentuado racismo e hipocresía social, pocos años antes de que en Quito se proclamara el “Primer Grito de la Independencia Americana” la natural de esta ciudad, María Valdivieso, presentó un escrito jurídico para rescatar un arpa secuestrada y pedir castigo a quienes además la habían golpeado a ella y su familia, esposo e hijo. El arpa, mítica herramienta musical con perfiles celestiales y paganos, era usada en épocas coloniales por varios indios para el servicio musical en la Iglesia así como para musicalizar festejos populares. En el alegato interpuesto la Sra. Valdivieso, “mujer legítima” del Indio Arpero Juan Auz, contra el mulato Fernando Santa Cruz asevera que se obligó su hijo Mariano Auz, a ejecutar sin descanso dicho instrumento por casi dos días y que cuando el joven no pudo más se intentó obligarlo propinándole una tremenda golpiza y no consiguiendo que continuara con la música se le arrebató el arpa y un rosario de corales. Cuando su madre fue a reclamar por el hecho fue así mismo atacada por la familia de los festejantes.
En el escrito judicial final, al preguntárseles a los protagonistas si lo narrado por la Sra. Valdivieso era verdad se concluyó que sí, y “que solo ha omitido declarar que también ella, su marido y su hijo correspondieron a los golpes que dieron los dichos” sujetos. Por lo que a las contusiones causadas por los Santa Cruz se estableció que “se compensarán con los golpes que recibieron éstos del Indio Arpero, de su hijo, y su mujer, y que en adelante quedasen apercibidos a no causarse iguales agravios pena de ser castigados”.
Un caso más drástico lo ubiqué en El Comercio, bisemanario quiteño del siglo XIX, en el cual se asienta que un organillero había sido muerto en el momento mismo que intentaba liquidar a un mandatario presidencial, sin suerte por cierto:
El individuo que trató el sábado último [13 feb. 1886] de asesinar al Presidente de la República [José María Plácido Caamaño] en el interior de la estación del Ferrocarril de Yaguachi, y que cayó allí muerto después de haber herido al señor Gustavo Rodríguez, era un vagabundo que ganaba su subsistencia tocando un pianito ambulante en las jaranas de peor clase.
No se hizo el seguimiento del caso para saber las razones que impulsaron al músico a su ataque. Un resentido, un loco un opositor radical… no lo sabemos. Con este caso viene a la memoria suceso similar aunque contrario, cuando un dictador militar impuesto por la CIA victimó en Chile a miles de personas entre los que se hallaba el músico Víctor Jara, militante del pueblo con ideas revolucionarias. Cuando se unen en comunión perfecta, política (no politiquería) y música en realidad este oficio se torna peligroso y naturalmente el músico sabe que se expone al sacrificio que en algunos casos termina con su vida: poetas y músicos son corrientemente vistos en acciones sociales de lucha, exponiendo su vida por alcanzar mejores días[2] y sino pregunten a Jaime Guevara “El Cantor de Contrabando” cuántas veces fue agredido en tiempos de la prepotencia militar.
Aunque existen varias formas de violencia que no solo se ensañan con la música pero que se presentan en su seno cotidianamente como la pobreza, desigualdad, racismo, maltratos laborales, explotación, privatización de espacios artísticos, desvalorización para los trabajadores musicales (no hay que olvidar que la sociedad no termina de convencerse de que la música es una profesión; continuamente se repite la anécdota de aquel que pregunta a un conocido en qué trabaja y le contesta: -Soy músico. -Si, pero en qué trabajas?), entre otras circunstancias que si no son violencia en sí misma pueden ser causa de su generación, como la intolerancia y la falta de atención al campo educativo, científico y cultural en esta rama.
Otro ejemplo que apuntaremos, es aquel que se produjo en épocas ya republicanas, en tiempos nacionalistas, más concretamente en el siglo XX. Para los años 40’s se conformó el Sindicato Ecuatoriano de Artistas Música SEDAM, que tenía entre sus obligaciones el defender a su gremio de los abusos de dueños de locales de esparcimiento: cabarets y otros antros en donde los músicos hacían sus presentaciones. Así también se presentaban quejas de distinta índole una de ellas, la que vamos a relatar es la del compositor Aurelio Paredes Galárraga, autor del clásico pasillo Odio y amor[3] quien fue atacado por otro músico (A. Morales) que intentó hacerlo rodar por las escalinatas de la Iglesia de San Francisco. El desacuerdo de índole económica llegó a documentarse en la Sección de Conflictos del SEDAM y en el Ministerio de Trabajo. Paredes denunciaba que:
… persistió en insultarme y más tarde en golpearme con sus hermanos, hasta que hubimos llegado a lo alto del pretil de San Francisco donde creyendo sitio no muy concurrido reclamé al señor Morales por su mal proceder, pero aprovechando la situación él me provocó con más vehemencia, y luego me obligó a correr y al no quererlo hacer me precipitó al graderío de piedra de ese pretil con los deseos de que yo sufra de la peor manera. La suerte quiso que dos señoras me logaran sostener en la gradería, evitando que yo me fracture los brazos o me pase algo peor. … solicito se haga justicia a favor de todos los compañeros músicos que estamos expuestos a perder el buen nombre y el prestigio de artistas ante tanta mala ÍNDOLE de un señor que por dinero o por malos sentimientos quiera no solo matar, sino también hacer quedar mal, BOICOTIANDO la labor artística…
El SEDAM decidió amonestar con 30 días de suspensión laboral a Morales, mientras éste aducía que todo se suscitó porque no se le quiso pagar sus haberes completos por una presentación en el Teatro Sucre.
Finalmente, a modo de test, apunten aquello que consideran una agresión: la burocracia incompetente del Ministerio de Educación y el de Cultura, los refinados aculturados en puestos culturales; los amigos músicos que se piensan el último Mozart del mundo, aunque vivan en Machachi; aquellos que nos prohíben la entrada a teatros públicos por pensar diferente; los que llevan su vida en re menor; los longos[4] que nos les gusta el sanjuanito por considerarlo muy longo; los que no saben que Beethoven es un perro estrella de cine de Hollywood; los que son maestros sin querer ni poder serlo; los que aseguran que el Conservatorio no está preparado para dar licenciaturas, a pesar que institucionalmente tiene más de cien años; los músicos por obligación; los maestros que atemorizan a sus alumnos y luego reparten tarjetas para darles clases particulares “para que se igualen”; los que festejan el bicentenario de la Independencia y la identidad nacional con música de Meldelssohn; los que creen que el rock es el cáncer de la música[5]; los comunistas radicales que se fueron a vivir en los EEUU para “revolucionar la música”; los “cabezas rapadas” que golpean a izquierdistas, Emos y Jippies; los que piensan que “el jazz es todo” (o cualquier género musical); los que no saben diferenciar entre Benigno Malo y “Maligno Bueno”; la tía Sonia quien asegura es directora coral; el que escribe este artículo… e incluso, supongo son formas de violencia, la autoflagelación y el exceso, reflejados en el músico sangolquileño Agustín Baldeón[6], autor de las primeras sinfonías ecuatorianas y a quien encontraron muerto en el suelo con su violín tras interminable práctica cuando se preparaba para su mejor concierto. Si no está de acuerdo al menos con tres de las afirmaciones antedichas es porque usted está en el camino de la violencia.
Nos encantaría incluir otros ejemplos actuales sobre el tema, desafortunadamente algunos de los protagonistas -de estos tiempos ciudadanos- están vivos y en importantes puestos directrices de la cultura y la música y puede ocurrírseles -a lo mejor-, practicar en nosotros algunas de las maneras de violencia que hemos descrito.
Quito, 20 de agosto del 2009
Fuentes:
"Gacetilla". En: El Comercio. Quito, martes, 16 febrero, 1886. [p. 3].
[Memorial de María Baldivieso] [manuscrito]. Quito, enero, 1803. Archivo Histórico del Ecuador / Notaría 1ª (Juicios) Caja 212/Expediente 13-I-1804 /fol. 1-2
[Queja de Aurelio Paredes Galárraga presentada al SEDAM] [mecanografiado]. Quito, 19 enero de 1948. 1 fol.
TRANSCRIPCION DE DOCUMENTOS
Memorial de María Valdivieso
Compilación del documento: Alfonso Campos
Archivo Histórico del Ecuador / Notaría 1ª (Juicios) Caja 212/Expediente 13-I-1804 /fol. 1-2
Transcripción de documento: P. Guerrero
Documento 01
Sr. Oidor Alcalde de Corte
María Baldivieso, natural de esta ciudad, mujer legítima de Juan Auz, Indio Arpero, y madre legítima de Mariano Auz, menor de edad, ante V.S. por este memorial parezco y digo: que al dicho mi hijo le habían concertado en tres ps. a que tocase su arpa en una de las Noches de Inocentes, y habiendo salido a cumplir con el contrato quiso hacer pedazos la Arpa un Mulato llamado Fernando Santa Cruz, diciendo que también él había[..]dado cuatro reales de prorrata para el ajuste de tres ps., a pretexto de haberse emborrachado y porque la defendió levantó el Mullatillo un paragua, y lo acabó con él a golpes, hasta que lo baño en sangre abusando de su humildad y silencio, y después que tocó toda la Noche, y aun hasta las diez de el día siguiente por que lo tuvieron encerrado en la Casa donde Santa Cruz y los demás trajes estaban festejándose sin permitirle su salida a la de sus padres; y por que pretendió descansar, y recogerse a su [tienda] se agarró a la Arpa el dicho Santa Cruz, queriendo que por los mismos tres ps. prosiguiese tocando, y tratando de obligarlo por fuerza, con desvergüenza, y a rigor, y porque con el estropeo que había padecido, y los efectos de la mala Noche no pudo sostenerse más se quedó con dicha Arpa, y con los golpes que le dio; y no ha querido cargarla desde la última noche de Inocentes hasta a hora, aun que se hecho presente el [atraso]que se sigue a mi hijo y a mi Marido que viven de su oficio y son conciertos en varias Iglesias y habiéndome esforzado a recaudar dicha Arpa tuvo el Mulatillo Santa Cruz el atrevimiento de sacarse los [suecos] de los pies y unido con un primo suyo me dio tantos golpes en la cabeza y en la cara entrándose a mi propia tienda de vivienda y me dejaron llena de contusiones y quebrantada de la salud, y porque mi marido y mi hijo acudieron a mi defensa, se votaron a estropearlos nuevamente Andrés Santa Cruz, Padre de dicho Mulato, y toda su familia, y no contentos con haberme hecho tantos agravios no han querido devolverme la Arpa ni guardar silencio, sino que andan con amenazas de que a todos tres nos han de quitar la vida, destruirnos y confundirnos , preparándose de navajas, y haciendo otras amenazas, por quedarse con el Arpa. Por tanto suplico A.V.S. se sirva mandar que en el día me entreguen dicha arpa, y un rosario de corales y piedras verdes que el mismo Mulatillo lo ha tomado antecedentemente de poder de mi hijo. Y que si no verificase la entrega de uno y otro se le arreste a la cárcel hasta que haga dicha entrega. Y por lo que hace a las contusiones, golpes y estropeo que nos han hecho, ya que por mi pobreza no tengo como seguirles la causa criminal que corresponde, suplico A.V.S. que les haga traer a su judicial presencia, y que averiguando en juicio verbal estos excesos les imponga a los [motineros] el castigo que merecen, obligándoles a que me paguen los atrasos causados por ser así de justicia que pido A.V.S. Quito y Enero siete de mil ochocientos y tres.
María Baldivieso
Documento 02
Doy fe que habiendo comparecido en la judicial presencia del Sr. Alce. Juez de esta Causa, Andrés y Fernando Santa Cruz, y María Valdivieso, y habiéndose leído nuevamente a presencia de su merced y de todos tres en el Cabildo en altas voces el memorial que antecede, y habiéndoles oído sus razones, y lo que cada uno dijo, resultando que ha representado con verdad cuanto contiene su memorial, y que solo ha omitido declarar que también ella, su marido y su hijo correspondieron a los golpes que dieron los dichos Andrés y Fernando, según en este acto se ha descubierto, mando que en cuanto a la Arpa y Rosario entregase inmediatamente Fernando Santa Cruz, y que en cuanto a las contusiones y Cardenales causadas por este, y su Padre se compensarán con los golpes que recibieron estos de Indio Arpero, de su hijo, y su mujer, y que en adelante quedasen apercibidos a no causarse iguales agravios pena de ser castigados. Lo que pongo por Diligencia en dicho día , mes y año de Oto[..] verbal de su Merced
Francisco Matute y Segarra
Esno de S. M. y Recepr.
Notas:
[1] No olvidamos todavía el asalto que sufrimos por sujetos armados y que se llevaron todos nuestros equipos y con ellos años de trabajo de investigación y creación musical.
[2] El Diccionario biográfico del Ecuador publicado en Guayaquil en 1928 publica el nombre de Vicente Andrade, como “músico victimado entre los próceres del 2 de agosto de 1810”.
[3] Cuyo título original es Mis quejas.
[4] De lungu, palabra quichua que significa joven o muchacho-a y que en nuestro tiempo y en nuestro medio se usa despectivamente.
[5] Me lo dijo un destacado maestro italiano de violín, quien agregó que si quiero enfermar a la música…. debo tocar rock.
[6] Músico nacido en Sangolquí en el siglo XIX. “Ha sido el mejor violinista nacional de esa época… Baldeón era de una constancia única; cansado, después de largas horas de estudio cotidiano, se tendía en el suelo para tomar descanso, sin abandonar el violín y en esa postura continuaba los ejercicios mecánicos”. Salgado, Francisco. “Música de Agustín Baldeón”. En: El Comercio. Quito, miércoles 26 julio, 1916, p. 2.
No hay comentarios:
Publicar un comentario