Músicos en andamio: Igualdad y libertad
Por: Pablo Guerrero
Desde el discurso –y generalmente solo desde el discurso- los sectores oligárquicos proclaman como su ideal máximo el de la libertad; se propugna la libertad de prensa, la libertad de expresión, libertad de inversión y mucha otras similares. Paradójico e históricamente comprobable resulta que, cuando un frente guerrillero de liberación o un grupo anticolonialista tiene ideales parecidos: luchar por la libertad de su país, para los sectores acomodados pasa a ser un grupo subversivo o terrorista. Por eso es que Daquilema, Eugenio Espejo, Bolívar, Alfaro, por su pensamiento y lucha eran considerados sediciosos o guerrilleros a los que había que detener o eliminar, en defensa de la religión, la paz, las buenas costumbres, el orden público y, más modernamente, en nombre de la democracia. Hay que decir que los personajes mencionados no eran “subversivos” individuales, de generación espontánea, sino que surgían y respondían a circunstancias y mandatos sociales de clases diferenciadas y que su lucha se direccionaba finalmente a modificar las desigualdades que vivía una sociedad.
Queda claro por vivencia o por información que han existido y existen clases sociales diferenciadas y por extensión culturas diferenciadas. Si antes se propugnaba una diferenciación racial, de pureza sanguínea, religiosa, de nominaciones aristocráticas con sus implicaciones económicas y sociales, entre otras, en realidad esas distinciones eran mecanismos ornamentales para ocultar el real sometimiento y abuso de los sectores de poder, “de los elegidos”, que por ninguna razón quieren que se les arrebate –arrebate digo por porque esa es la única de quitarles sus privilegios- su corrupta acumulación individualizada o familiar, acumulación usurpada por explotación y que debería servir para beneficio de una repartición social igualitaria.
Para los pobres la lucha de trasfondo es por la igualdad. De ahí que frente a estos términos, siempre me he inclinado más a la igualdad que a la libertad (quizá porque la música nos da una percepción de libertad). La libertad es más subjetiva, manipulable y de más corto plazo, momentánea; la igualdad busca, creo yo, niveles de permanencia donde el ser humano recupere su sitial de equidad con sus congéneres, sin importar su color, recursos o creencias. Ciertamente es factible que ambos conceptos sean concomitantes, pero me parece difícil conseguir libertad sin igualdad, por lo que la lucha más importante es la de crear espacios de igualdad, a través del acceso a la educación, a la equidad de oportunidades, a la información, a la justicia y a los derechos del ser humano y la naturaleza.
La Historia nos ha mostrado como circunstancia inevitable, la mayoría de veces a través del derramamiento de sangre, que el pueblo se levanta cuando ya no soporta la opresión a la que se lo sujeta y que una explosión social elimina a los opresores de turno. En este sentido histórico los cambios o dinámicas sociales son implacables y los sectores dominantes lo saben, su función en realidad es hacer todo lo posible por alargar el sometimiento y a su turno acumular lo que más puedan para su beneficio.
El llamado “Mundo Libre” liderado por imperios capitalistas, que generalmente se autonombran Campeones de la Democracia y la Libertad, y que como única premisa tienen el valor de la balanza, el poder de la guerra y del dinero –sistema capitalista al fin-, nunca se ha permitido promulgar frontalmente como su principal derrotero a la igualdad, por la sencilla razón que ésta sería una contradicción nefasta contra el sistema y su forma de vida: lo más importante en el sistema capitalista es la desigualdad. La Estatua de la Libertad pareciera estar vigilante para que los grandes consorcios familiares sean los dominantes del mundo.
A comienzos del siglo XIX se creó en Ecuador un pasillo cuyo título, un tanto particular por cierto, es de La igualdad. Fue grabado hacia 1914 para el sello Favorite y cantado por el dúo ecuatoriano Alejandro Rodríguez –Manuel Pacheco cuya letra dice:
Yo quiero la igualdad, ya que la suerte
Es común en el punto de partida;
Si todos son iguales en la muerte,
Todos sean iguales en la vida.
¿Quién es más que otro, cuando al negro abismo
Oculta mano sin piedad nos lanza?
Todos, ricos y pobres son lo mismo
Si los pesa la muerte en su balanza.
Entre el noble Señor y el indigente
No debe haber obstáculo ninguno
Todos llevan debajo de la frente
Una chispa de Dios y Dios es uno.
La igualdad de las razas es mi norma
Norma que a todos servirá mañana
La carne humana cambiará de forma
Pero en cualquier forma es carne humana.
Más tarde supimos que su letra fue escrita por el literato y político peruano Santos Chocano. Un “pasillo social”. Bueno, en el siglo XIX el pasillo era un tipo de composición que incluía títulos políticos: El Expatriado, Estímulo liberal, La patria en el Ecuador, etc., de esa vena viene este particular pasillo que topa el tema de la igualdad social de manera directa, lo cual es un tanto raro en este tipo de género que más bien buscó su camino en el romanticismo de letras sentimentales.
A este caso especial se suman otros pasillos con títulos atípicos: El huelguista de Ángel Honorio Jiménez; El montuvio de Nicasio Safadi; Ecuador y Colombia de Rafael Ramos Albuja; y, Artículo 8 del Código Civil, pasillo de Sixto María Durán, entre los que hemos podido documentar. Durán, recordémoslo fue un compositor nacionalista y abogado, de ahí que a través de su pasillo proclama un tipo de libertad haciendo uso de la normativa legal: Artículo 8 del Código Civil: “A nadie puede impedírsele aquello que no esté prohibido por la ley”. Existieron también otras piezas de contenido social como la Canción de la obrerita de Francisco Paredes Herrera y Runa suerte de Guillermo Garzón de las que hablaremos más ampliamente en otra ocasión.
La igualdad lo que pretende finalmente es combatir la explotación. En aspectos culturales, si bien se entiende que existen múltiples formas culturales, pues de hecho cohabitamos en comunidades con expresiones y prácticas culturales muy diversas, pero hablando políticamente, dos son las culturas que existen, la de los explotadores o dominantes y la de los oprimidos que son la mayoría y como regla general además son pobres.
Cuando en cierta época el pasillo era considerado como una de las expresiones más burdas del pueblo, tildado de música tabernaria, llorona, yaravizada, indianizada, tristona, etc., entonces era patrimonio del sector oprimido, pero ahora cuando muchos sectores acomodados lo tomaron como su baluarte cultural, nacional y comercial y que se lo han petrificado fotográficamente en museos e incluso cuando aquellos que despreciaban esta música ahora son uno de los defensores más tenaces del género, entonces esa música ya no responde a la resistencia cultural y el pueblo busca otras expresiones, las cuales vuelven a ser tildadas de bajas o de ignorantes, dígase música rocolera y tecnomúsica (tecnosanjuán, tecnocumbia, tecnopasillo, etc.). Ciertamente que un pueblo pauperizado no logra hacer creaciones de arte para el gusto de las élites, pero si para comunicarse y mantener la diferenciación de clase. O acaso el tecno-ecuatoriano en sus diferentes variantes [sanjuán (Torres gemelas), tonada (En vida) o fox (Collar de lágrimas)] que escuchamos ahora, son de la predilección de los sectores dominantes. Pues no, los sectores dominantes tratan con retraso de reconocer los valores del pasillo o de los géneros de la pasada música nacional, los mismos géneros que en su momento les parecían detestables. Así mismo, nosotros que pretendemos interpretar estas realidades debemos movilizarnos con la población llana, con quienes realmente crean la cultura ecuatoriana: indios, afros, montubios, longos, cholos, defendiendo su patrimonio y creando alternativas musicales nuevas en base a esa cultura. En fin, cualquier pensamiento, género y música de nuestro tiempo que sirvan para comprendernos mejor y para cambiar las condiciones de desigualdad serán los mejores aportes culturales que podamos hacer.
Cuando en cierta época el pasillo era considerado como una de las expresiones más burdas del pueblo, tildado de música tabernaria, llorona, yaravizada, indianizada, tristona, etc., entonces era patrimonio del sector oprimido, pero ahora cuando muchos sectores acomodados lo tomaron como su baluarte cultural, nacional y comercial y que se lo han petrificado fotográficamente en museos e incluso cuando aquellos que despreciaban esta música ahora son uno de los defensores más tenaces del género, entonces esa música ya no responde a la resistencia cultural y el pueblo busca otras expresiones, las cuales vuelven a ser tildadas de bajas o de ignorantes, dígase música rocolera y tecnomúsica (tecnosanjuán, tecnocumbia, tecnopasillo, etc.). Ciertamente que un pueblo pauperizado no logra hacer creaciones de arte para el gusto de las élites, pero si para comunicarse y mantener la diferenciación de clase. O acaso el tecno-ecuatoriano en sus diferentes variantes [sanjuán (Torres gemelas), tonada (En vida) o fox (Collar de lágrimas)] que escuchamos ahora, son de la predilección de los sectores dominantes. Pues no, los sectores dominantes tratan con retraso de reconocer los valores del pasillo o de los géneros de la pasada música nacional, los mismos géneros que en su momento les parecían detestables. Así mismo, nosotros que pretendemos interpretar estas realidades debemos movilizarnos con la población llana, con quienes realmente crean la cultura ecuatoriana: indios, afros, montubios, longos, cholos, defendiendo su patrimonio y creando alternativas musicales nuevas en base a esa cultura. En fin, cualquier pensamiento, género y música de nuestro tiempo que sirvan para comprendernos mejor y para cambiar las condiciones de desigualdad serán los mejores aportes culturales que podamos hacer.
AUDIO DEL PASILLO: LA IGUALDAD
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