Música de dominación y
música de liberación
La crueldad
de los conquistadores en la América Colonial provocó que algunas voces se
dejaran escuchar en reacción; existen documentos y unas pocas coplas
sobrevivientes de esos tiempos que así lo testimonian. La siguiente cuarteta
fue escrita a propósito de que Francisco Pizarro había empezado su empresa de
“carnicero” de indios:
Pues, señor Gobernador
mírelo bien por entero
que allá va el recogedor
y aquí queda el carnicero.
Los
opresores, junto al mosquete y la cruz, también trajeron sus instrumentos
sonoros; primero vinieron con sus tambores y clarines de guerra y luego nos
invadieron con aquellas poderosas e impositivas fuerzas culturales que fueron la música
occidental y el pensamiento religioso en la educación; se puso a cantar y rezar
a las poblaciones sometidas y con ello se fueron cambiando sus patrones
culturales originarios. Se modificaron himnos y música ritual indígena imponiéndoles letras católicas como una práctica para acelerar la aculturación y
sumisión. Cuando esto no fue suficiente entonces quemaron sus instrumentos y se
condenaron sus prácticas culturales.
El
latrocinio europeo en tierras indígenas fue desenfrenado y sin embargo, para
acrecentar la usurpación, se trajeron poblaciones enteras de esclavos
africanos, a quienes en desarraigo obligatorio se les arrebató todo lo material
e incluso se les prohibió mantener su memoria musical. Cuando habían amenazas
de levantamiento, porque ya no soportaban la crudeza de la esclavitud, se les
ofrecía -igual que a los indígenas- la
vida eterna en un cielo desconocido: un mundo de ángeles cantores en donde, en principio, no habían ni
negros ni indios. En América la presencia del negro traería otra dinámica
musical y nuevos aportes.
Las
expresiones musicales indígenas y negras que no lograron ser doblegadas en 500
años, son ahora parte de nuestros rasgos culturales más definitivos. En otras
palabras, la sobrevivencia de las expresiones culturales son los rasgos que
caracterizan aquello que ahora se llama identidad. Mientras más elementos
sobrevivientes tiene una música, más carga identitaria posee. Imaginémonos cómo
habrá sido la situación en épocas de dominación, si aún ahora sigue la lucha
contra el menosprecio y la devastación de las culturas musicales tradicionales.
Miremos una copla de la etapa colonial
(s. XVIII) que se llamó “El queso de los negros”, un villancico
en el que se imita la forma de hablar de la población afro:
Jesuclito ayegado
vamo aplisa a Belén
polque la gente negla
Jesú, Malía y Joseph.
Ola, ola, sambo salambo
Jesú nace salan salambé
negla vení le angola
pala hacé fieta a su mecé.
No bailamo niño elmoso
polque polemos caé
polque gente patizamba
no pone mu ben [el pié].
...etc.
vamo aplisa a Belén
polque la gente negla
Jesú, Malía y Joseph.
Ola, ola, sambo salambo
Jesú nace salan salambé
negla vení le angola
pala hacé fieta a su mecé.
No bailamo niño elmoso
polque polemos caé
polque gente patizamba
no pone mu ben [el pié].
...etc.
En el
Colegio de San Andrés que los curas organizaron para oficios manuales, se
enseñó a algunos hijos de caciques a leer y escribir y también música europea.
Las partituras de la etapa colonial que han sido halladas muestran la sujeción
religiosa en que se vivía; los modesto cultores indígenas proveían de música
para la Iglesia, ejecutando y componiendo obras para dos amos: el Amo humano y
el Amo divino: “tono para nuestro Amo” dice una partitura de aquellos tiempos;
en definitiva música para la mansedumbre. De todos modos hay atisbos
libertarios en piezas como los Guamanes, que a algún cura insurgente de
raigambre indígena se le habrá ocurrido incluir unos chispazos de pentafonía andina
en el discurso melódico; estas obras de fines de la Colonia mixturaban lo
religioso con lo indígena.
Existen así
mismo escritos líricos de la época de la emancipación; seguramente tenían
acompañamiento musical, que desafortunadamente no se ha conservado. Lo que sí pudimos
localizar, hace unos cuatro años atrás, es un cuaderno de partituras de violín,
en el que constan piezas relativas a la Independencia: La Junta (al
parecer dedicada a la primera Junta de Gobierno de la revolución de 1809), un vals
que se tocó cuando Simón Bolívar entró a Quito (1822), Los jacobinos
(los radicales de la Revolución francesa), entre otras con singulares títulos.
Uno de los
impresos más antiguos de música de resistencia en época de la Emancipación es
un himno que apareció en la publicación: Recuerdos de los sucesos
principales de la revolución de Quito desde el año de 1809 hasta el de
1814. Veamos un fragmento que nos muestra de donde nacieron las ideas
fundamentales para el posterior Himno Nacional del Ecuador:
Canciones modernas,
A la memoria de los precedentes
acontecimientos.
La siguiente alternó en uno de
los acostumbrados aniversarios del 10 de Agosto de 1809.
Coro
De la Patria loor al gran día
comprensivo de dicha eternal,
en que el paso primero dio Quito
hacia el templo de la Libertad.
Compatriotas ¿no asombra el saber
qué produjo tamaño portento?
quedó el mundo pasmado al momento
en que oyó las cadenas trozar;
Y mil astros mostraron entonces
que en el orden se hallaba divino
el cambiar de la Patria el destino
y al León de la Iberia humillar.
Una vez que
se concretó la Independencia, la música de resistencia pasó a formar parte del
grupo de música patriótica. Al nacer las Repúblicas en América nació también el
concepto de Patria Libre y naturalmente para acompañar sonoramente ese concepto
se hicieron varias piezas relativas al asunto: himnos, marchas y pasodobles,
servían para esos fines.
Aunque se
intentó dotar de un himno nacional casi desde el inicio de la República,
no fue sino hasta 1865 que se concretó oficialmente y se creó el Himno
Nacional del Ecuador, escrito por el conservador Juan León Mera (1832-1894)
y musicalizado primero por el argentino Juan José Allende y luego por el corso
Antonio Neumane, músicos extranjeros que se hallaban radicados en el país.
Llama la atención que el Himno de Mera hace contundentes señalamientos al
imperio español, sin embargo de haber sido escrito por una de las figuras
relevantes del conservadorismo de la época. Los contenidos eran radicales, a tal punto que el agregado español en
nuestro país exigió que se cambiara la letra. Mera, le respondió que su Himno
no era letra de cambio. Sin embargo, los españolistas de nuestro medio
-ya muerto Mera- lograron que se suplantara la primera estrofa con la segunda
-considerada menos ofensiva a España.
En las
últimas décadas del s. XIX bullían las luchas políticas entre conservadores y
liberales y obviamente los músicos se alineaban también a esas posiciones en
pugna. En este mismo siglo ingresaron varios géneros musicales europeos a los
cuales también se les daba tónicas dentro de la política: Los bandidos
(pasillo, ca. 1870), en respuesta a otro pasillo de un músico colombiano
que se titulaba Los expatriados; La patria en el Ecuador
(pasillo, 1881); El vencedor de Pichincha (pasodoble, 1892); Los
héroes de Gatazo (pasodoble, ca. 1895).
Discos de
pizarra y medios radiales después permitirían que la música viviera una
expansión sin parangón. Ciertamente que quien poseía los medios de producción y
reproducción era quien decidía lo que se grababa y divulgaba; a pesar de ello
se grabaron hacia 1911-1912 varias piezas de temática política liberal: Eloy
Alfaro; El radical, El grito del pueblo, etc. También se
escuchaba la música de la otra facción: Marcha fúnebre a Vivar, Las
tumbas de Chambo de Carlos Amable Ortiz, entre otras.
Ya en el
siglo XX hacia 1912, cuando fue asesinado el liberal radical Eloy Alfaro, se
grabó el pasillo social La igualdad, y una década después el
socialista Francisco Paredes Herrera
haría su Canción de la obrerita.
Compositores como Guillermo Garzón y Carlos Bonilla por su parte se
acreditaban ser los primeros creadores de piezas a las que signaban como
“música protesta”. Garzón hizo su sanjuanito Pobre Runa hacia los años
40’s y Bonilla Atahualpa a mediados del s. XX:
Runa suerte
Sanjuanito
Guillermo Garzón U.
Hacia otras tierras feliz me voy,
limpio y solito como nací,
porque en el mundo no tengo yo,
nadie quien pueda quererme a mí.
Porque al pobre indio: que han de
quererle,
que han de decirle: “quédate aquí”,
si no es tan solo para explotar
y hasta sus pocas tierras quitar,
sin que el reclamo ni la razón,
mejore un día su condición.
Ay ca’ Diosito dónde tendrás,
tierras sin amo y hombres sin hiel,
que a donde quiera que el indio va
le sigue siempre su suerte fiel .
Fuente:
Garzón, Guillermo. Runa suerte
(sanjuanito) [grabación discográfica; 78 rpm; pizarra] / Romero-Moncayo;
Conjunto Troveros Criollos con las guitarras de Rodríguez y Baquero.— Odeon:
Lado B / 70026 B / 12095.— Argentina.
En Runa
suerte se denuncia la explotación del indio, pero la salida a esa
circunstancia es huir, buscar nuevos horizontes dejando a Dios la conducción
del camino a una tierra libre de malos “blancos”. Una esperanza teista que
supuestamente algún día reivindicará al indio y lo llevará a un paraíso
prometido de indios. En Atahualpa,
se reivindica el mito de La vuelta del Inca; resulta llamativo que Carlos Bonilla el compositor de esta pieza
indigenista, haya sido un enérgico conservador.
Atahualpa
Yumbo
Carlos Bonilla
Rey del Sol, Atahualpa,
Indio Rebelde, Atahualpa, despierta!
Encontrarás rendida tu raza querida,
En medio de esas cadenas de blancos, perdida.
Somos tu raza Atahualpa,
Que siempre estamos llorando,
Que siempre estamos gritando: justicia, justicia;
Ven con tu alma Atahualpa a darnos más vida.
Y llegará un día,
Un día, gran Atahualpa,
Que rompiendo esas cadenas,
Tu raza reviva.
Entonces gran Atahualpa,
Será nueva vida.
Regresa Atahualpa,
tu raza grita: ¡Atahualpa!
(Atahualpa [manuscrito], yumbo
/ Carlos Bonilla Chávez, música; Carlos Bonilla y Luis A. Valencia, texto).
En
definitiva, esta música de contenidos políticos no solo mostraba la polarización de las doctrinas sociales y
la filiación de los músicos a las tendencias, sino, sobre todo, presentaba la
pugna de las clases sociales. A través de estas obras se hacían planteamientos
progresistas para que la sociedad viva mejores días, se postulaba destruir los
sistemas de explotación, poner fin al racismo europeo, se proponía el reparto
de la tierra y distribución equitativa de la riqueza. Esta tendencia musical
del repertorio popular que buscaba justicia social bien podríamos calificarla
como “música para la liberación”.
El álbum N° 4 procura recoger aquellas piezas musicales que desde lo costumbrista, desde lo político, desde lo indigenista, desde el liberalismo, e incluso desde las contradicciones del conservadorismo, nos muestran la continua denuncia y la lucha contra el sistema. Esperamos aportar con esta publicación a que las generaciones presentes, los herederos de la “resistencia musical”, conozcan que música de dominación y música de liberación han existido desde que existe la desigualdad, y que la lucha continua.
El álbum N° 4 procura recoger aquellas piezas musicales que desde lo costumbrista, desde lo político, desde lo indigenista, desde el liberalismo, e incluso desde las contradicciones del conservadorismo, nos muestran la continua denuncia y la lucha contra el sistema. Esperamos aportar con esta publicación a que las generaciones presentes, los herederos de la “resistencia musical”, conozcan que música de dominación y música de liberación han existido desde que existe la desigualdad, y que la lucha continua.
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